Cartas a un joven novelista (II)

by - julio 28, 2020


El catoblepas es el título del segundo capítulo de Cartas a un joven novelista, MVLL utiliza esa referencia  del animal mítico que aparece en la novela de Flaubert y que luego es utilizado por  Borges para representar que  el escritor debe sacar de sus entrañas el tema a desarrollar en una novela. Este segundo capítulo se centra en explicar al  joven novelista  sobre  como surgen  los temas que va a narrar el escritor. Para el autor los temas tienen un asidero en las experiencias propias de todo escritor,  aquello que ha vivido  es el germen para construir un relato que no  necesariamente debe ser una biografía, pero que en la construcción se independiza de la experiencia o anécdota. Deja en claro que toda ficción nace de la realidad.
“Este proceso es complejo y minucioso que, muchas veces,  ni el propio autor es capaz de identificar en el producto terminado esa exuberantes  demostración  de su capacidad para inventar personas y  mundos imaginarios, aquella imágenes agazapadas  en su memoria-impuestas por la vida-que activaron su fantasía, alentaron su voluntad y lo indujeron a pergeñar aquella historia”. (p26)

Además, explica que el novelista no elige sus temas sino es elegido por ellos: “En la elección de tema, la libertad de un escritor es relativa, acaso inexistente”. Para MVLL los temas están poderosamente ligados en las experiencias, pero cuando el trabajo del autor termina el texto ya es un producto independiente de la experiencia del autor: “Que, aunque  el punto de partida de la invención del novelista  es lo vivido, no es ni puede serlo el de llegada”.
También explica sobre la autenticidad: “el novelista auténtico es aquel  que obedece dócilmente aquellos mandatos que la vida  le impone, escribiendo  sobre esos temas y rehuyendo aquellos que no nacen  íntimamente de su propia  experiencia y llegan a su conciencia  con carácter  de necesidad” (p33)
Finalmente,  considera que  para  escribir  mejor, con más convicción  y energía el novelista pasa por un trabajo arduo: “Los escritores que rehuyen  sus propios demonios  y se imponen ciertos temas, porque  creen que aquellos no son lo bastante originales o atractivos y estos últimos sí, se equivocan garrafalmente”.

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¿Por qué los lectores podemos conmovernos con una relato? ¿Qué poder ejerce sobre nosotros un relato para que le creamos? MVLL aborda este temática en el siguiente capítulo: El poder de la persuasión. Según el autor: “esas novelas son buenas gracias a la eficacia de su forma, han sido  dotadas de un irresistible poder de la persuasión”
La fórmula ganadora para crear ese tipo de historias es dotar a una novela de poder de persuasión, y para ello es preciso contar su historia de modo que aproveche al máximo las vivencias implícitas en su anécdota y personales y consiga transmitir al lector una ilusión de autonomía respecto del mundo real en que se halla quien la lee.  Los escritores tienen la necesidad de crear un mundo y hacernos creer que todo lo que ocurre en el es real. Para el autor las malas novelas no logran acortar esa enorme brecha entre la ficción y la realidad:   “La mala novela que carece de poder de persuasión, o lo tiene muy débil, no nos convence de la verdad de la mentira que nos cuenta y esta se ve como una ficción”.
“El poder de la persuasión persigue acortar la distancia que separa la ficción de la realidad, y borrando es frontera, hacer vivir al lector aquella mentira como si fuera la más imperecedera verdad, aquella ilusión la más consistente y sólida descripción de lo real”. (p40)
 
A partir del capítulo IV  MVLL se centra en el aspecto de técnico en la construcción de una novela: El estilo.  Advierte que “el estilo es ingrediente esencial aunque no el único, de la forma novelesca” Pero, aclara que : “no importa nada que un estilo sea correcto o incorrecto; importa que sea eficaz, adecuado a su cometido, que es insuflar una ilusión de vida-de verdad- a las historias que cuenta”.

Esta eficacia depende de dos atributos: la coherencia interna y su carácter de necesidad.  El texto explica: “La historia que cuenta una novela puede ser incoherente, pero el lenguaje que plasma deber ser coherente para que aquella incoherencia finja exitosamente ser genuina y vivir”. (p 46)


Todo escritor debe elegir  y organizar las palabras que utilizará,  el lenguaje es un factor decisivo para que las historias  tengan o carezcan de poder de persuasión. Cuando el escritor no logra concretar entre el lenguaje de una historia y  la historia misma aniquila el poder de la persuasión. Por eso el uso del lenguaje debe ser eficaz, no siempre es necesario respetar los cánones impuestos por una generación. Borges, Cortázar, Carpentier desarrollaron su propio estilo así como otros grandes escritores. De una forma didáctica compara los estilos de Borges y García Márquez, destaca de Borges sus manera de adjetivar, sus reverente salidas, sus burla y esa forma sofisticada de resolver los asuntos. Márquez admira su estilo  abundante, sensorial y sensual, con musicalidad y texturas.
Finalmente, el novelista no nace  con un estilo  propio, el estilo se fortalece con escribir  y para lograrlo la lectura ayuda mucho, la buena lectura. Termina la explicación en una sutil sugerencia:   “Si usted quieres serlo,  busque y encuentre su estilo”.


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