Lapicero de diez colores

by - enero 21, 2016


 Este era el  mágico lapicero de diez colores que, en mi niñez,  era el arma más preciada de toda  colegiala. Y reafirmo lo de mágico porque de la noche a la mañana te podía cambiar el estatus de  desconocida  a convertirte en una de las más populares y asediadas del salón. Así, a mis nueve años me vi envuelta en una conspiración  de proporciones inimaginables que amenazaba la paz mundial  de mi salón. 

Jennifer era esa niña que lo tenía  todo: la cartuchera  escarchada, los lapiceros perfumados, los colores importados-que su papá se los había traído de Estados Unidos- los borradores mágicos y otros  artilugios para captar la atención de las demás.  Mientras una tenía la cartuchera simple y los lapiceros necesarios marca Novo´para escribir. Años más tarde, comprendería que en la sociedad  hay una  mala distribución de las  riqueza, sin embargo en cuarto grado pensaba que mis padres eran malos.

Un día Jennifer apareció con algo colgado del pecho, le habían comprado ese famoso y codiciado lapicero de diez colores. La envidia de las demás se incrementó hasta niveles insospechados, debo admitir que yo también lo sentí pero me contuve. Mi madre me había educado bien. Sin embargo el problema  se acrecentó cuando nos sentaron juntas. Jennifer no hacía más que  presumir su lapicero. Le pedí a mi madre que me  comprara uno de esos  pero como estaba empeñada en hacerme una mujer independiente y ahorrativa  no se le ocurrió mejor idea que solventará con mis propinas aquel antojo,  para ella era un antojo pero para mí significaba la supervivencia en mi salón.

Después de algunos días de vivir en la sombras, una mañana el lapicero  apareció solo, maltratado y abandonado por su dueño.  Claro, Jennifer  ya tenía otro. Lo pensó varias veces,  ¿por qué no darle un poco cariño?, al fin y al cabo ya nadie lo quería. Pero mi madre un millón de veces me había dicho que no llevara a casa  algo que no fuera mío, entonces se lo reporté a mi profesora. Ella lo guardó  en el frasco del olvido y allí estuvo una semana. Noté que el lapicero se entristecía con el tiempo, casi perdía su color y  su magia estaba siendo desperdiciada cuando yo podía cuidar de él. Volví a contar mis propinas, aún faltaban muchas para comprar uno propio. Entonces se me ocurrió olvidar  mis lapiceros a propósito.

-     - Aquí hay un lapicero- dijo la miss  cuando me dio el de diez colores-. Nadie lo ha reclamado, puedes utilizarlo por hoy. - era tal cual lo había calculado. Al fin era mío, al menos por unas horas. Fue mágico poder escribir con él, eso de cambiar los colores a cada rato era maravilloso. Descubrí como era el color anaranjado, morado, rosado y verde en lapicero. 

-       -   ¿Me puedo llevar el lapicero a mi casa?- le pregunté a la miss. Ella lo  pensó un rato y luego me dio el permiso.  

Era la niña más feliz de mundo hasta que  Paul, el niño más tarado de mi clase, me acusó de  habérmelo robado. Como se imaginarán se armó el Armagedón. Jennifer me acusó,  acusó a la miss, acusó a  Paul, y a todos los que pudo acusar con su mamá y su mamá  con el director.  Todo terminó con un jalón de orejas de mi madre y una última advertencia. 

Unas semanas después junté suficiente dinero para comprarme mi propio lapicero. Cuando estuve escogiendo el modelo más bonito sentí que el encanto se había esfumado.  Miré los lapiceros Novo, todos estaban quietecitos y tristes, sin que nadie quisiera comprarlos porque eran feos. Finalmente decidí comprarme dos lapiceros Novo, un lápiz calaverita y una salchipapa con sangrecita, que la señora del colegio preparaba bien rico (luego me escandalicé porque descubrí que en verdad era SANGRE, pero eso es otra historia).  

Al día siguiente, Paulina se sentó conmigo, conversamos algo y cuando comenzó el dictado sacó su hermoso lapicero de ocho colores. Era el lapicero más hermoso que había visto porque en la parte de arriba tenía un plástico en forma de diamante. Resignada saqué mis lapiceros Novo y me puse a escribir.  Luego entendí que la vida es así, saber elegir el  lapicero necesario para tu vida, a pesar de los lapiceros de diez colores que puedan aparecer en el camino  ¿no?

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