
En la habitación de Clara, los gritos hicieron eco.
Despertó y desenrolló su cuerpo. Sus
ojos felinos miraron el techo y recordó
que era un domingo aburrido. Toda la cuadra se había quedado sin electricidad y
los técnicos estaban, desde temprano,
intrincados con un problema en el transformador de luz. Pensó que no
valía la pena levantarse cuando advirtió que la habitación estaba a oscuras,
dio vueltas sobre la cama hasta que recordó
la tarea que tenía pendiente de la universidad. Saltó al escritorio. Encendió la laptop rogando que esta tuviera
la suficiente batería para poder iniciar con sus deberes.
―¡Clara! ―Volvió a escuchar que la llamaban pero ella se
hizo la sorda, iba a comenzar con una lectura.
― ¡Creo que salió hace rato! ―respondió Marco, su hermano
menor, desde otra habitación.
― ¡Estoy aquí! ― indicó ella― Qué tanto griterío, ¡caramba!
―murmuró para sí misma. Le molestaba las formas arcaicas que tenían los suyos para comunicarse
de un piso a otro.
La habitación de Clara quedaba en el segundo piso de la casa. Un corredor extenso
conectaba todas las habitaciones y terminaba en una puerta de madera que separaba
el pequeño mundo universitario de Clara de la realidad familiar. Era el cuarto más grande y el más alejado de
toda la casa.
Concentrada en su lectura comenzó a sentir los efectos de
la luz que emitía la pantalla en la oscuridad. Se frotó los ojos y bostezó. Repentinamente
fue sorprendida por un ruido. <<¿Un ratón?>>―pensó. Miró la
habitación oscura, al ver que nada se movía volvió a su lectura pero, minutos después se repitió el ruido.
― ¡Creo que la Cleo atrapó a una rata! ―gritó Marco cuando advirtió un chillido desde su cuarto.
Cleopatra, la gata que tenían en casa, que a
veces se las daba de techera y otras veces, de diva. En temporadas de celo,
Cleopatra había desarrollado habilidades
ninja para defender su honra. Los gatos que invadían el techo de noche caían
por los tragaluces luego de horas de inútil cortejo. Además, era una cazadora mortal,
los roedores huyeron con la misma velocidad con la que desaparecieron las codornices de Marco. Cuando
la madre de Clara encontró el cementerio de aves en un rincón del techo, la
castigó encerrándola en una habitación durante día entero. Desde aquella vez, Cleopatra la odia, pero finge muy bien.
Clara abandonó su lectura y se concentró en el
ruido particular de su habitación. Caminó con sigilo, un poco para no tropezar
con el desorden y otro para no asustar al intruso. Husmeó en los cajones de zapatos, el ropero y
el tacho de ropa sucia. Se paseó por el
tocador y en un descuido tiró un frasco de
perfume al suelo. La asustó y aquello que estaba en el cuarto correteó
de un lado a otro.
― ¡Qué pasa con la Cleo! ―gritó Marco cuando escuchó los
maullidos intensos de la gata.
De pronto un halo de luz
traspasó las cortinas y dio a la
habitación una apariencia fantasmal. Clara pudo advertir la cola del animal titilando
de miedo. Gritó.
― ¡Jesús! ¡Creo que están matando a mi gata!―replicó la
madre desde la cocina.
Unos correteos y algunos quejidos más y todo acabó. Abajo, alguien llegó de la calle y saludó.
― ¿A dónde has ido Clara? Pensé que estabas arriba en tu cuarto. ―preguntó la madre.
― Estuve en casa de Verónica haciendo tareas. ―contestó la
joven.
― Creo que la gata
se ha metido a tu cuarto. Anda llorando desde hace rato.
En la habitación, Clara frunció el ceño cuando escuchó la
conversación. <<¿Con quién habla?>> se preguntó alarmada. Sentada
sobre la cama se limpió la cara y tuvo
un mal presentimiento. En ese momento la puerta de la habitación se abrió y los electricistas culminaron su trabajo.
― ¡Llegó la luz! ―anunció jubilosa la madre de Clara.
Todo se iluminó.
Sobre la cama, se miró por el espejo del tocador y
decepcionada se reconoció aún melenuda, pequeña, con cola y garras. Clara gritó
al encontrar en el piso a un roedor
muerto. Cleopatra, la miró con desdén y
relamió sus garras. <<Algún día>>pensó. Después, saltó al
escritorio mientras Clara seguía con sus alaridos de humano. Se sentó frente a la computadora y volvió a leer, ese cuento maravilloso
sobre un Axolotl.
Publicado en la revista Nocturario 2020
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